fotos viejas 8, 9, 10...




Se ve todo muy claro: la luminosidad enturbia la distinción de escenarios y personas. ¿Es un recuerdo del pasado o el cuento de un pasado? Hay una confusión entre un departamento de planta baja de una torre en Armenia y Paraguay y un sexto piso alquilado de Cabildo y Ravignani, más chico que el anterior. Este ahorro permitiría comprar un terreno para construir una casa para más familia.

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Parece que es un departamento de planta baja con patio e invernadero: objetos tirados por los vecinos de arriba, triciclo (o bicicleta, aunque no es la roja que se cruza turbiamente en el balcón del sexto piso como regalo de Papá Noel), plantas en macetas (entre otras, hay flores rosas), rejas verdes con “firuletes” decorando dos canteros llenos de plantas (hay perejil y algún vegetal más).
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La habitación de la (todavía) hija única: muebles de algarrobo; móviles junto a la ventana y la lámpara que cuelga del techo; orden rosa, blanco y verde. Del futuro viene la musicalización con rock melancólico de letras profundas sobre momentos de la vida. Se pliega en las perpetuas mesita y sillitas de madera, pero no le sirve té a otra muñeca ya ninguna lógica y nadie entra para jugar.
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A la nena le dicen que es hora de dejar el chupete. Un día lo tira al tacho, lo mira ahí en el fondo. Se lo vuelve a poner. Al rato, mientras comía con los padres, se baja de la mesa y lo tira. Basta, nunca más. Y cada vez que algo le impidiera decirse sin obstáculos, un tajo de represión (y el de su obsesión ya instalada, también) se zanjaría como una herida que se vuelve abrir aunque ya hubiera encima varias mudas de piel. Emancipación de los dedos de la mano y la boca.
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La nena sabe que las alpargatas blancas no le entran más. Va al placard empotrado a la pared (blancuzco) a buscar las negras y rosas compradas “para cuando seas más grande”.  La busca “donde va el calzado”, están en una bolsita. Se pone las alpargatas nuevas. Una y otra vez. Para que entren. Duelen los dedos. Se sale la piel. Los zapatos de nena más grande no le entran. ¿Cómo puede ser, si son nuevos? La mamá se equivocó. La dejó sin zapatos. Impotencia. Saca por primera vez los pies. Otro paso de danza independiza el esqueleto de la bolsa de piel.
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Descalza corre por Brasil. En esa época no entendía de alpargatas ni sandalias. Todo por las piernas. “Se escapó la nena, ¿dónde está?, ¿cómo hizo?, ¡somos seis adultos!”. Vio y probó sacar la traba de la puerta. Vio y probó alejarse para ver qué hay más allá. Pisar la tibieza, enterrarse en la suavidad, juntar agua en el baldecito. olor salado. eco de respiración universal. líquidoqueacuna. En la mente del puro presente, solamente juego. No importan los accidentes y el desconsuelo. No existen los autos, ni los abuelos, ni papá y mamá. Sin aliento. Alegría castillos de arena. Todo por el mar.
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En primer grado usaba jumper gris, camisa y corbata, y jugaba con todas las nenas del aula. Nunca podría sociabilizar con los varones hasta casi terminada la secundaria. Una extraña sensación de respeto. Hacia ellos –sí– y la entrada del sexo. Más tarde encontraría en ellos algo vulnerable, que le haría sentir un poco de lástima y ganas de tenerlos a todos, para no abandonar a ninguno (aunque no se puede jugar con el más especial). Una relación que se da con los que logran un contacto, visual, real, el deseo.
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Todas las nenas del curso sentadas en ronda. Ella comandando la exploración. Las piernas como indiecito. La falda ocultaba la operación del resto de los que estaban en el patio. Nadie lo notó. Simplemente esas nenas tratando de descubrir lo que tenían entre las piernas. Ése fue el rescate de los ojos.
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La nena lleva al jardín una “cajita feliz” doblada y les dice a todos que es un libro. Ella siente cierto temor de que la maestra le diga que no es un libro frente a todos los chicos. Se pone a leerles el cuento (una instantánea de papel, libros en absoluto caos y abundancia). No se olvidará jamás del miedo que tiene al mentir. Cuenta. Cuenta. Cuenta. Liberación de la mente, el pensamiento, la cabeza, la obsesión –sin parar– cuenta, cuenta, cuenta.
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Una nena crecida (con vestidito blanco y de alrededor de veinte años) con los labios pintados tick-tack, tick-tack, tick-tack.








Podés encontrar un fragmento leído de este texto en el video "Descalza corre por el mar".