Strip-Dancer y un giro nocturno a la poética de la iniciación por Karina Macció



Strip-Dancer y un giro nocturno a la poética de la iniciación
por Karina Macció*

En Strip-Dancer la cuestión es el nombre, y por extensión, la palabra, como ocurre en todos los libros poéticos (ésta es la piedra de toque, el misterio contra el que chocamos diariamente). Strip-Dancer es el seudónimo de Lucero X (otro enigma) y también es el título de esta compilación de textos que arma alguien incierto[1]. Strip-Dancer designa a una chica que casi sin querer empieza a desnudarse por dinero: pone en escena su cuerpo, lo vuelve show, espectáculo, fantasía. Y pierde, en ese acto que se vuelve una lenta desaparición, lo único real que poseía. Clase media venida a menos, familia opresiva y estereotipada, esta bailarina se siente expulsada a medida que crece, que se va convirtiendo en adulta. Con la cabeza llena de una gran biblioteca ficcional y teórica, a la que suma música, películas, avisos publicitarios, y todo aquello que forma parte de la cultura mediática, decide buscar su lugar más allá de su casa materna, conseguir el trofeo de la independencia económica.  Trofeo o quimera, porque esa independencia no sólo se presentará muy dificultosamente, sino porque alcanzándola la protagonista encontrará otras formas de dependencia que no dejarán de atormentarla: los hombres que frecuentan el club Madonna, donde hace su strip; Paúl, el gerente que le propone drogas, dieta y prostitución en la entrevista laboral; su imagen en el escenario o fotografiada, su cuerpo, puestos en un pedestal, para luego ser derrumbados con denodada rapidez.
La realidad golpea a Strip-Dancer como a una Bovary posmoderna. Con cada pole dance se adentra más y más en la sordidez material, mientras intenta alienarse con una invención estética que se proyecta en su mente. Poco a poco, esta proyección interna será total, los ojos se volverán ciegos o catárticos y ya no podrá subirse al escenario. Como una especie de Edipa asqueada por su traspaso de límites, por la resignificación incontrolable de un cuerpo que, aun llevándolo, se ha vuelto ajeno. Expulsada por sí misma, Strip deberá tomar ojos prestados: qué mejor que (res)guardarse tras una cámara fotográfica, recorriendo la misma ciudad que la hizo pasar de Lucero a Strip-Dancer, recolectando imágenes como antes palabras oídas o mensajes escritos.
Desde lo formal, hay un trabajo precioso. La sonoridad, los neologismos, la metáfora inesperada, los cambios tipográficos, el uso de los espacios, todo contribuye a crear un mundo particular, una atmósfera densa, como llena de humo o neblina artificial. La hoja se vuelve nocturna, hay que descubrir lo que va diciendo, hay que dejarlo impactar como los reflejos de una bocha disco que gira y gira, o animarse a la fragmentación de todo (desde las palabras a la imagen, desde el sentido a la materia, al cuerpo, a la ciudad) como el fosforecer violáceo de la luz negra que resalta, paradójicamente, el blanco.
Este libro no puede “desenvolverse”, “desenrollarse” de otra manera, porque si no montara este espectáculo textual, la identidad de esta chica podría quedar reducida a un número en una estadística difícil de asumir, o desarmarse en preguntas que tememos formular (¿cuántos jóvenes se prostituyen? ¿por qué? ¿proceden de hogares indigentes?).
“Es un problema de estética”, repite una y otra vez la protagonista en la última parte, ya prácticamente una voz interferida por el afuera, por lo social. Este libro lo enfrenta en el sentido original de “estética”, que deriva de la voz griega aisthetikê, “sensación, percepción”, y de aisthesis, “sensación, sensibilidad”. Cómo percibimos el mundo y sus obstáculos, sus diferencias de clase, su proceder monetarizado, la sujeción invisible de los cuerpos. Cómo lo percibimos y cómo lo sentimos dentro, cómo lo hacemos “nuestro” si eso fuera posible, y entonces, cómo lo contamos. Strip-Dancer encontró una manera de hacerlo a través del espejo roto de una chica que nunca pudo verse realmente, pero que intentó ser alguien. Una sorprendente y extraña “novela” de iniciación, justa para el siglo XXI y sus luminarias celebrities, que sólo tienen el poder de encandilar.


[1]La presente edición corresponde a la primera parte de la recopilación de los cuadernos, videos, archivos de P.C. y celular (con contenido personal y artístico) de Strip-Dancer, seudónimo de Lucero X.”, epígrafe que abre el libro.

*Karina Macció es poeta, docente, Licenciada en Letras y Directora de Viajera Editorial.